viernes, 24 de abril de 2020

Ay, si vieras la cantidad 
de veces 
que le pasé lavandina
a la mesa que vos pintaste 
meticulosamente 
de negro
y que decidiste 
no llevarte 
cuando nos separamos,
no lo podrías creer.

En realidad sí.
En realidad 
me estarías diciendo que pare,
o ya directamente nada.
Tendrías la sonrisa borrada,
como los últimos meses 
que compartimos techo,
y apoyarías cosas 
arriba de la mesa 
sin importarte.

Se está desgastando
pero la cuido.
A pesar de los años,
la sigo cuidando.
Con el resto,
con mi resto,
hago lo que puedo.

Ahora, precisamente ahora,
veo personas muertas 
que me hablan en pantallas
y me veo a mí misma
más cadáver que siempre.
Un holograma, con suerte.

No hace falta decir
que hablarte ahora,
a vos,
en un poema,
es un acto de espiritismo.
Pero a eso 
ya me había acostumbrado.
A tu muerte,
a la nuestra,
ya me había acostumbrado.

Pero ahora 
puedo asegurarte
que la apuesta 
es doble
una réplica 
amplificada
corregida 
y aumentada.

Y si tu muerte
-nuestra muerte-
me causó aversión 
a las pantallas,
ahora 
las pantallas
me la devuelven
en espejo.

En crudo
y en 2D.