Vi a La
Muerte.
Quemaba.
Me habló,
no
contesté.
Vi a La
Muerte.
Eco,
vacío que
llenaba todo.
Sus ojos,
huecos,
agujeros,
puntas,
me
desafiaron.
El ruido
del dolor
era mudo
como el
abismo que habita,
que
habito.
Y callé.
Me acarició.
La miré
como quien
se ve a sí mismo en el espejo.
Sonreí,
no tuve
miedo.
Me vi
y me
tragué.
La vi
y la
ignoré.
Porque
conoce a los muertos.
Y los
saluda.
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